lunes, 15 de abril de 2013

¿Cómo escribir un segundo acto?

Cortinas de humo, giros y más giros, flashbacks, nuevos personajes que acarrean nuevas tramas que jamás terminarán… ¿Y todo para qué? Para ocultar que no se sabe escribir un segundo acto.

            ¿Qué es el segundo acto? La promesa por la que el espectador paga al ir a ver tu película, escuché el otro día. O sea, unos cincuenta minutos de una media de 90… Y es que escribir un primer acto es relativamente fácil: lanzas las piezas a la par de ya han comenzado a jugar junto con el inicio de la peli. Y un tercer acto pues tampoco tiene mucho misterio: las piezas ya tienen una cara distinta. Pero ¿qué ha pasado con el juego? Eso es el segundo acto, algo cuanto menos jodidillo… 
            El verdadero reto de un guionista es escribir un segundo acto superando todos los miedos, usando todas las reglas de la lógica y sobre todo, de la magia. Fácil de decir…
            Pero no de hacer.
            Imagina una analogía de un tiro con arco: tensar la cuerda equivale a que los problemas aparecen. Apuntar es marcar un objetivo, desear darle a la diana. El espacio entre el arquero y la diana es la negra suerte con la que se va a topar tu protagonista… Pues bien, todo eso ocurre al final del primer acto, en el momento en que se lance la flecha da inicio el acto dos.
            ¿En esencia, qué es lo que se pone a prueba en este acto central? El desarrollo del protagonista. Eso no significa que no haya acción, terror, giros, emociones, todo eso son los elementos del segundo acto, pero la propuesta general ha de ser la de explorar con lupa los personajes, sus matices, sus contradicciones, SU EVOLUCIÓN y cambio. Y no hay cambio sin crisis, sin necesidad de cambio. Un segundo acto es la lección que se le da al personaje para que cambie.
            Muchas personas piensan, sobre todo influidas por la televisión, o la mala televisión, que hay que poner a prueba indefinidamente al personaje. Nada más lejos de la realidad: si el personaje crece cada vez necesitará menos pruebas, y si por el contario necesita más pruebas es que el personaje no crece. Por eso muchos personajes son tontos, porque no aprenden nada, no crecen, se regocijan en sí mismos y punto; no importa que provengan de películas de acción o contemplativas.
            Para que el personaje crezca lo mejor es construirlo imperfecto. Y una clásica imperfección que se repite y repite en la historia del cine es la falta de confianza en uno mismo. Un montón de escenas en el segundo acto (mientras sucede la historia…) pondrán a prueba esa confianza que  tendrá que ser conquistada poco a poco.
            Pero, si el personaje principal está muy liado girando en su propio ombligo evolutivo, ¿quién hace rodar la historia? Los personajes secundarios. De ahí proviene el otro clásico que asegura que cuando el personaje secundario se mete en problemas, es el protagónico __superando un pasito más su falta de confianza o dejando de lado su egoísmo__, el que le ayuda a salir del berenjenal, o el que lo venga en el caso de que el secundario haya sido asesinado.
            Las mejores historias son aquellas en las que todos los personajes cambian, aunque sea tantito. Resumiendo: el segundo acto es la exploración de esos cambios.
            Las tramas son las relaciones: El segundo acto trata sobre las relaciones entre personajes: cómo se lían y conflictúan y cómo se perdonan y/o pacifican. Claro, muchas veces a través del enfrentamiento más vil entre padres e hijos, entre amantes y enamorados, entre hermanos, entre amigos… Hasta el punto en que podríamos asegurar que las relaciones humanas/sentimentales también son parte de esa exploración que debemos brindar en el segundo acto.
            Cada relación necesita ser resuelta, por ello no se suelen escribir más de tres relaciones del personaje principal: Él/Ella con su enamorad*; Él/Ella con su mejor amig*;  y Él/Ella con su enemig*. Todas estas relaciones usarán como llave maestra que abre el sentimiento esa materia interior que necesita ser cambiada: ese problema o vicio de carácter.
            Un punto importante en el que coinciden todos l*s guionistas que he leído o he conocido, es el punto medio. Se considera en sí mismo el segundo plot, el segundo giro, y a nivel de estructura dramática suele ser un parte aguas narrativo: si a la mitad no sucede algo que te seduzca y te mantenga sentado frente a la pantalla, mejor será dejar de ver esa peli. Por eso se suele “meter ahí” la escena de sexo o el asesinato… O los ríos de sangre de una película satánica.
            La mejor clave que se puede usar respecto al punto medio de un guión es que después de él, ya nada será como antes. Si hasta ese momento el protagonista intentaba mantenerse a flote en el trabajo y huía del hecho de enamorarse de una mesera, desde ese momento se quedará en la puta calle y se asirá al amor cual tabla de salvamento. Ese nuevo ajuste al que tendrá que acostumbrarse después de la mitad de la película, le generará, cómo no, otras situaciones conflictivas. Adaptarse al presente no es fácil para nadie.
            Una vez pasado el punto medio, aunque suene a cliché, es cierto: todos los acontecimientos que forman la historia se precipitan. Por eso hay guionistas, much*s, que piensan y con razón que la segunda parte de cualquier guión siempre es más fácil de escribir, porque vas de bajada… hasta el clímax. Ojo: si no tienes algo suficiente ponente como para que suceda a mitad de guión, tu historia será totalmente predecible.
            Pero ahí no acaba todo: llegaron los obstáculos de la construcción.
            En cierto sentido, un segundo acto bien armado es aquel que está bien construido, ¿no? Y aunque esto suene a chistosa redundancia esconde en sí una clave: el público/lector del guión debe sentir que estamos construyendo algo, o hacia algo. Debe tener la sensación de que las piezas se van encajando como ladrillos y no al contrario. Para no tener la sensación de que la historia se agotó, de que no se va hacia ninguna parte hay que generar obstáculos. Ahí caben los tiempos snyderianos “la noche más oscura del alma”, y “los malos estrechan el cerco”. O sea, el obstáculo del auto boicot (la duda) y el obstáculo de las fuerzas del mal.
            A veces el mayor obstáculo de todos a los que un protagónico se puede enfrentar, es conseguir no ser atrapado. Así de simple. Ejemplos hay de sobra. ¿Y qué pasa luego? El protagónico es atrapado y secuestrado en una cueva, ahora debe salir… Un gran obstáculo. Y luego de salir, conseguir un avión para pirarse de la isla… Otro obstáculo. Y así, como piedra rodante, se allana del camino hasta conseguir ser libre: construyendo la libertad, podríamos denominar esta segunda parte del segundo acto.
            Y la caída.
Lo he intentado todo. He superado todos los obstáculos. Me las arreglé para mantener unidas mis relaciones. Creo que he superado mi problema o defecto de carácter. Pero todas estas cosas que he construido, sé que una a una o todas a la vez se derrumbarán encima de mí: Perderé a mi chica. Me derrotará el villano, y de nuevo seré víctima de mis propios fantasmas.
Así podría hablar en primera persona nuestro protagónico cuando en las últimas 10 ó 15 páginas del segundo acto decline hacia el punto más bajo de toda su vida. O casi…
            El final del segundo acto es lo que podríamos llamar un falso final. Todo está perdido, no hay esperanza. Pero sólo en apariencia… Porque para ello escribiremos un tercer acto.
...
            Y esto fue todo amig*s. Sólo aclarar que hablamos de los aspectos clásicos y hasta tradicionales del segundo acto y que si alguno de ellos les inspira a seguir escribiendo y no atorarse, en el inquilino nos sentiremos más que satisfechos... Está claro que hay docenas y docenas de pelis que reinventan el lenguaje cinematográfico, y de eso un poco se trata todo esto, de buscar la propia originalidad siguiendo una tradición narrativa. Y recuerda: la única regla es que no hay reglas, pero eso sí, si sabes escribir un buen segundo acto, sabes escribir guiones.  :D

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No es nada sencillo trazar el argumento de una historia sólida, bien es cierto, que cuando uno hace el ejercicio de presentar un trabajo bien hecho debe prestar atención a los detalles. Ojala más de uno tuviese el detalle de leer tu entrada.

Felicidades.

http://popfilaxis.blogspot.com.es/2013/04/mazel-tov.html

El inquilino dijo...

Escribir un buen guión es tan difícil como hacer un puzle. Ya tener la paciencia de sentarte a encajarlo es un logro.

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