jueves, 13 de agosto de 2015

El guión de documental sí existe

Ivonne Vásquez, lectora de El Inquilino Guionista nos dice:
“Este día no he parado de escribir, pero sigo atrapada en el tratamiento. ¿Por qué sigo sintiendo que no es lo mismo escribir ficción que trabajar en un documental, si las dos son películas? Parece que si escribo el tratamiento de un documental, algo se me paraliza. No sé si de miedo o por no saber cómo continuar”.
Trataré este texto sobre el guión de documental como si estuviera escribiendo uno de ellos: por partes.

Partiremos de una frase que alguna vez expresó Alfred Hitchcock: “En las películas de ficción, el director es Dios. En las películas documentales, Dios es el director”. Más allá de la perspectiva de director que expresa Hitchcock aquí, esta frase nos da la clave fundamental que diferencia al guión de ficción del guión de documental: la materia prima. El documental ya está, ya existe, está vivo, respira, deambula por el mundo, ya es parte de la realidad. La tarea del documentalista consiste en recopilar lo que quiere, en captar eso que necesita y que ya rueda por el aire, por el mundo, por la vida y ordenarlo para mostrarlo, para compartirlo a través del tamiz de su propia mirada.

Es pertinente y muy útil darle una mirada al origen mismo del cine para comprender mejor la esencia del documental. Con la aparición del cinematógrafo, hace 130 años, en el final del siglo XIX, las dos vertientes del cine, la ficción y el documental, surgieron inmediatamente como por naturaleza propia, por instinto. De hecho, los inventores del cinematógrafo, los hermanos Lumière, fueron propiamente los primeros documentalistas de la historia del cine, con sus sencillos fragmentos de la realidad que asombraban a todo espectador. ‘La llegada del tren’, ‘El regador regado’, ‘La salida de los obreros de la fábrica’ y otros más, que se caracterizaban por una visión transparente de situaciones cotidianas, que sin embargo, ya nos enseñaban la perspectiva de autor que se evidenciaba en el simple posicionamiento de la cámara.

Más de un par de décadas después, cuando el cine empezaba a florecer como un arte auténtico, en la prolífica década de los veinte, surgieron dos películas fundamentales: ‘Nanook, el esquimal’ (1922), de Robert Flaherty y ‘El hombre de la cámara’ (1929), de Dziga Vertov. La primera fue el origen de los documentales antropológicos y llevó por primera vez a los espectadores citadinos a un entorno totalmente natural, lejano y silvestre, que era desconocido para casi todos. La segunda es una de las películas más importantes de la historia y sirvió para definir al cine como un arte nuevo, individual, único, enérgico y potente, todo a partir del montaje (un proceso clave en la realización documental).

Las formas y los estilos son tantos como documentalistas existen. Cuando he tenido experiencia con el documental, siempre he tenido que abordar procesos diferentes, porque los documentales tienen muchos subgéneros y prácticamente cada tema requiere de un abordaje distinto. Es evidente decir que un documental sobre las chinchillas requiere de un tratamiento totalmente peculiar a un documental sobre la guerra cristera o el vendedor de nieves. Justamente el tema es uno de los elementos fundamentales del documental, ya que nos indica muy especialmente lo que requiere nuestra obra. Es algo que no se da a través de métodos particularmente teóricos, sino que surge a raíz de la intuición, del sentido común y de nuestro propio instinto como artistas.

Salir al campo mismo, con la tradición del fotorreportero, requiere de un trabajo más arduo en el proceso de edición, donde el documental termina construyéndose a través de un guión de montaje (el famoso efecto Kuleshov, basado en la yuxtaposición de imágenes para generar nuevos significados), en donde se selecciona lo mejor del material y se cuenta finalmente una historia que exprese las sensaciones del autor frente a su propia experiencia. Por supuesto, antes de empezar la exploración, la aventura, es importante establecer un plan, unos lineamientos básicos que conformen un marco teórico, un espacio que nos indique un guía de ruta, que bien podría considerarse, al menos, una sinopsis o incluso un argumento. Por eso, al igual que en el caso de la ficción, es importante siempre tener un plan, un mapa, un faro que nos lleve a través del gran escenario natural y probablemente salvaje como el que puede darse en el caso de un documental de este tipo.

Por otra parte, los documentales temáticos, que se fundamentan más en la investigación, las imágenes de archivo y frecuentemente las entrevistas, tienen precisamente en el tema el punto fundamental de desarrollo. Una técnica muy útil consiste en desglosar el tema en sus diversas variantes, para llegar a una conclusión definitiva a través de diferentes caminos. Por ejemplo, si el tema de nuestro documental es la Guerra de Vietnam, podemos tener una aproximación interesante si exploramos, por una parte, la esencia y el significado de la guerra misma y, por otra parte, el contexto histórico y geográfico de Vietnam en ese entonces. Esta forma de abordar el trabajo nos permite tener una visión completa, diversa y universal del tema y entregarle una dimensión amplia, que le dé a nuestro documental una visión mucho más profunda desde el aspecto humano.

Algunas películas fusionan lo exploratorio con lo investigativo y temático, como es el caso de ‘Shoah’ (1985), de Claude Lanzmann, un documental épico de más de nueve horas que ofrece el mejor testimonio sobre el Holocausto que ha ofrecido el cine hasta nuestros días. Para muchos, es el mejor documental de todos los tiempos, así que es una referencia fundamental para quienes están interesados en este tipo de cine. Lanzmann combina la investigación con la exploración y establece como eje de su película los testimonios de diferentes actores del Holocausto, ya sean víctimas, testigos, políticos, militares, investigadores y especialistas. Al mismo tiempo, Lanzmann visita, varias décadas después, los campos de concentración mismos y desentraña con su cámara el espíritu terrorífico y fatal que todavía se puede respirar en estos lugares. Este documental reconfiguró el uso de los testimonios, ya que los convirtió en el eje narrativo de esta película y también los incluyó en el trabajo exploratorio, porque justamente la exploración de la sensibilidad humana se hizo visible a través de las voces de quienes vivieron el horror en carne y hueso.

Otra referencia importante es el cortometraje documental ‘La casa es negra’ (1962), de la gran poetisa iraní Forugh Farrokhzad, que explora la vida cotidiana en una leprosería de Tabriz en Azerbaiyán Oriental, donde retrata con inmensa belleza poética la fealdad, la deformidad y, a fin de cuentas, la humanidad misma en medio de la desgracia. Este documental fue muy importante para establecer las posibilidades estéticas del género, en combinación con sus ya muy evidentes alcances en lo social. Farrokhzad construye su película sobre los cimientos de su poesía en combinación con bellos pasajes extraídos directamente del Corán. Todo esto nos lleva a un espacio de espiritualidad artística muy bien elaborado, que al mismo tiempo puede decirse que funciona como denuncia del aislamiento al que es sometida la comunidad de leprosos en este remoto lugar.

Desde mi perspectiva, el documental requiere de mucha práctica y mucha cinefilia, mucho más que cualquier otro género en el cine, porque su naturaleza es silvestre y requiere de ideas, no solamente con respecto a las historias, sino también a los temas y a los tratamientos. Pocas veces el cine requiere de tantas ideas como a la hora de hacer un documental, así que es muy importante inspirarse constantemente con la realidad misma, con la vida y con la experiencia que nos han compartido grandes cineastas a lo largo de la historia. En conclusión, creo que lo más conveniente es, en primer lugar, establecer cuál es la naturaleza, el tipo, la familia a la que pertenece nuestra película o nuestra serie documental y después es importante establecer un mecanismo para desarrollarlo, creando unos lineamientos que nos sirvan de marco para poder empezar a obtener del medio, de la realidad, eso que necesitamos. Después, cuando hayamos cosechado, hay que empezar a construir y para eso, como siempre necesitamos escribir.

2 comentarios:

Ivonne Vásquez dijo...

Muchas gracias por el artículo y todas las referencias que me has dado y que no había tenido en cuenta. Seguiré avanzando por ese camino, sos un faro de luz.

El inquilino dijo...

Gracias Ivonne por leernos y confiar en nosotros. Intentamos hacerlo cada día mejor, siendo siempre nosotr*s mism*s, creyendo en lo que sabemos y podemos compartir, porque si el conocimiento no se comparte, se pierde... o peor todavía, se plagia. :D

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